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Cuando tenia 10 años (quinto grado), saliendo de la escuela, con mi hermana, a mitad del camino nos detuvieron dos niños: uno con un palo con un clavo y otro que estaba vigilando por si venía alguien.
Me mantuve a una distancia prudente por si se le ocurría darme un palazo. Creo que me preguntó mi nombre y dijo algo de su salón.
El día anterior a la hora del recreo me había metido al salón de cuarto año para platicar con el maestro Ramón. Me acompañaba Manuel Mesa (me acabo de acordar). Le estábamos contando la trama de Dragon Ball Z y me puse a dibujar a Cell en el pizarrón.
Fue todo lo que se me ocurrió que pudo ser relevante en la cabeza de este muchacho que ahora quería darme de palos. Que me había metido a su salón a ‘dejar una firma’ y era como si le hubiera invadido el territorio o algo así.
Ahora que recuerdo, no debió pasar tanto tiempo hasta que otros niños que también iban de regreso a sus casas y sus mamás pasaran por el mismo camino. No le quedó mas remedio que irse, murmurando amenazas y demás.